viernes, 24 de agosto de 2012

Recuerdos de Helena



Recuerdos de Helena


 .I.



1998-2015


Cuando las personas mueren por lo general las empezamos a amar mucho mas. Mucho mas.





La mujer de mi vida se llama Helena. Quizá también sea la mujer de mi muerte. Aunque en estos momentos no lo puedo determinar, su memoria me envenena hasta los poros de la piel. Recuerdo que la primera vez que la vi estaba a mis espaldas, gritaba cual pájaro recién mojado y debo confesar que en ese momento tuve miedo. El mismo miedo de cuando nos casamos, cuando hicimos el amor, y cuando con su mirada agonizante me dijo antes de morir que viviera mi vida como si fuera la única que tuviera. Y creo que así lo he hecho.   Pese al sinsentido que posee la misma frase y hasta mi propia vida.
 Un día llevé a Helena a mi casa. Vestía unos jeans, blusa blanca ajustada, y sus sandalias café preferidas. Su mochila tejida, igual que la de su hermano, y cruzada de lado izquierdo, combinaba con sus rizos recien cortados y en ese entonces color chocolate; un nuevo chocolate que bañó sus rizos por primera vez a causa de un tinte que yo le obsequié.  Estando en casa, se sentó, cruzó la pierna, siguió observando con detenimiento toda la estancia y me dijo: -Noah, yo tengo una foto igual a esa, me la tomaron mis padres a los seis años, y también estoy aferrada a la misma roca. No dijo más, fue sin despedirse, corrió como una niña cuando reprime sus ganas de llorar; y volvió pasados quince minutos.
En sus manos traía una foto algo doblada. Al entrar, su mirada seguía fija en el porta retrato que antes me había mencionado. Lo tomó en sus manos, dispuso sus partes al abrirlo y ubicó su foto sobre la mía y me dijo: -ahora tu cuadro ya está completo.